miércoles, 29 de septiembre de 2010

La isla

Secretamente entre lazos azules
de eterno fuego te ame,
vaciando sobre tu espalda
todo el ardor de mi cuerpo.
Soñando, navegaba
sobre tus senos erguidos
como náufrago
que nada hacia la isla más cercana.
Allí eche anclas
y dormí hasta que le tibio amanecer
despertó en mis labios
llenos de tu sal.
Y sin proponérmelo
regrese al agua,
huyendo de toda tu naturaleza,
volviendo a una ciudad casi desierta,
escapando de todo,
de tu silencio y de tus besos.
Y camine  con el alba en mis pies
dejando sola a tu isla
sobre una cama distendida.

Naufrago

En el moreno mar de tus ojos
perdí mi balsa,
el voluptuoso camino
de tus pechos
olvide mi nombre,
en el cráter tibio de tu vientre
entregue mi alma
y el sereno bosque entre tus piernas
deje mi sabia.

Encuentro

Intuido el beso,
apenas jugado
el decoroso guiño,
las cabezas
buscan encontrarse,
cruzando llanuras de hielo
y mares de sal.
Así fue el encuentro.
Y ya nada detuvo sus universos.

Lapidación

La brutalidad se vuelve  espejo
de las horas sucesivas,
se mezcla con la roca,
madre de la lapidación,
monstruoso sueño
apretado a las almas
de las mártires
que murieron bajo su peso
Siglos de maltrato
bajo su dominio
deshumaniza a la especie humana.
Un coro de corderos pregonan
la salvación.
Pero la piedra vuelve a caer
una y otra vez
hasta convertir a la mano
que la arroja en cómplice
de su ignorancia.

Fénix

Huir del miedo,
de las angustiantes sombras
que asechan sigilosas,
y soplar un tibio aliento
para recuperarnos del naufragio
y volver a crecer de pie,
entre restos de sordos
y montones de ciegos
que nos oyen sin vernos
y nos ven sin oírnos.
Como el ave Fénix
resurgiremos de entre los escombros,
aunque todavía queden
quienes quieran aniquilarnos
nuestra existencia.

Arenas del tiempo

Se desploman las arenas
del tiempo en un ciego desierto,
cubren las manos abiertas
que imploran justicia,
las sustancias vivas
de un Universo en crisis,
los colores multiplicados
que buscan pintar el cielo.
Todo lo cubren.
Nada las detiene.
Son fuego activo,
llamas salidas de una garganta
infernal,
nebulosa en el vendaval.
Son las arenas de un reloj eterno,
manipulando las horas
que se suceden,
que se persiguen a si mismas,
buscando un punto de conjunción
que nunca llega.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Río

Hay un río que fluye
en la consciencia.
Sus brazos,
apretando extraños mares
han devuelto el ritmo de su cause,
para congregar a un mundo
que vacila,
a un amor cansado
de esperar
y a un grito
puesto en la palabra.

La búsqueda

Búsqueda que se quiebra al alba.
Necesidad inacabada.

Búsqueda que llora luces en las sombras.
Sangre vertida a la esperanza.

Búsqueda que ya no canta.
Pérdida de sueños sin retorno.

Búsqueda de cielo y agua.
Ceremonia del ansia liberada.

Búsqueda que da vida.
Vacía alma que ya estalla.

Búsqueda para seguir buscando.
Búsqueda para seguir sufriendo.

Noche milenaria

En la noche milenaria
la boca pierde
el sabor de lo profano,
se vuelven espadas
los arados que sembraron
la palabra
y se encienden bajo
la hoguera de estrellas.

Un silencio que rompe,
una lechuza de la oscuridad sagrada
persiste en su canto
y se pierde en un manantial de sombras.

La luna palidece en su blancura
ancestral,
el viento, vertiginoso espasmo
que sacude los cinco sentidos,
convoca a la fiesta profana.

Y la noche, tan antigua
intenta detener entre sus brazos
al tiempo que avanza,
tan ciego en su memoria,
como la sombra del hombre,
aquel que deja su sueño
bajo la noche milenaria.

Viento

El viento sopla.
Entre sus ráfagas
trae el recuerdo
de una destrucción.

La luna espera
que el viento cese.
Pero no cesa.
Ahora ríe,
el viento ríe.
sopla y ríe.
Y la luna mira desesperada,
como el viento arrasa
a la humanidad.

Infieles

La carne llama al desenfreno,
se vuelca la lasciva tempestad
de la libido
en la misteriosa similitud
de dos cuerpos
que se agitan
con la complicidad de la noche.

Impregnados de sudor impuro,
apenas bulle la sangre
por sus exaltadas venas
parece explotar
el obsecado rito
para abrirse a un tiempo lujurioso.
Son como cerdos revolcándose
sobre una cama de fuego.
Lecho espejo con las caras
del cielo y el infierno.

Dos voces en secreto
conjuran a la luna un hechizo,
para engañarla desde la intimidad
de sus cuerpos desnudos.
Olvidados,
permanecen hasta el amanecer, 
vergonzosos pasajeros
del silencio.

Condición humana

El hombre subyace ante su destino,
prefiere no mirar el rudimento
capaz de quebrar
su diametral despojo,
su alucinada marginación.
Quiere crecer,
opuesto a toda condición humana,
incólume,
declamado como unipersonal,
dejando que cada parte de su cuerpo
prolifere hasta las fibras más intimas.
Pero esta condenado a quedarse
en la mitad de su trayecto,
en el punto donde las cosas
pierden el rumbo y no pueden ser.
Porque su infortunio
ha dado los frutos del error
y su cosecha fue efímera
como una sombra.
Y el hombre
permanece detenido
como un muerto,
allí, donde empieza
todo lo que termina.

Poema

Lineas que crecen
con dolor profundo,
una música trágica
que desgarra mis sentidos.
Unas letras que se acoplan
a los sueños
creando nuevos sueños.
Un símbolo de imágenes
que no duerme
y un poema que nace.

Horizontes

Apenas un breve sueño
despertó en mi.
Tendida mi espalda
hacia el horizonte crepuscular
de la ignorada sabiduría
me elevo al tiempo
que mojo mis mejillas
en el verde espejo
que se abre.
Entonces,
el horizonte delineado
en el iris de mi ojo
creció voluminoso,
planto las mieses
de su simiente fresca
en mi consciencia
para venerarse a cada año,
a cada vuelta de horizontes
que se abren y se cierran.

Ubicación

Ubicar al cielo
en una copa
para beber
el agua
del un milagro.

Ubicar al mar
en una mesa
para compartir
la sal
que da la vida.

Ubicar la tierra
en una fuente
para servir
el pan
de la cosecha.

Es necesario.

Borges

Mostraba el ojo su desnudez,
su profundidad inalcanzable.
Abríanse ríos de nieve
sobre su córnea.
Nada podía prevenir
su inexorable ceguera,
su visión totalizadora
de los sueños.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Trayecto

Recorro aletargado
los senderos indolentes
que me preceden,
que me conducen
a la incertidumbre de no saber
en que lugar del Universo
se ubica mi condición.

Voy disperso
hacia los rincones más oblicuos
de mi naturaleza,
olvidando mi espalda
a cada tramo del sendero,
mi vegetación cutánea,
el ajado mapa de mis viajes.

Y mi risa se desdobla involuntaria,
postergándome la decisión
de no morir en el trayecto,
de no crecer solo en este páramo insensible,
en esta desolación del alma.

Melancolía

La melancolía huele a trozos
de tiza húmeda,
me invade una bruma
de trágicos colores,
todo pierde valor,
ritmo,
sonidos,
nada parece estar aquí
o allá.
El suelo se hace musgo impenetrable,
la vida tiende versos fracturados
formando los trazos
de una mano que se esfuma.

Sin tren

Ha llegado un tren al infinito.
Detenido,
vio morir  los rieles
bajo el peso de las horas,
sintió quedarse muerto
en ese espacio que le era propio.
Un rascacielos durmiendo
sobre kilómetros de pueblos
que lo esperan,
un templo de chatarra
resoplando en el confín del viento,
un chirrido de violines
que se alargan
en la pasmosa quietud de la tarde.

Recreo nocturno

Por la noche,
desciende inalcanzable
el paso de la vida
sobrepasando estrellas indefinidas,
templos disgregados
atisbos de una destrucción innecesaria.

Por la noche,
se mueren los olores
impregnados a la carne,
se funden las imágenes
que el viento trae entre sus garras,
se apagan las luces tras la niebla
para esconde la mirada.

Por la noche,
se oyen los demonios
de la sangre
borbotear entre las sombras.

La mosca

Solitaria,
sin que nadie se detenga
tan solo en su entorno,
deambula  por el aire
la mosca.

Sus alas, extremadamente audaces,
serpentean en el brillo
espectral de nuestras vidas,
despertando las sensaciones más oníricas
que nuestro inconsciente admite.

Curiosa,
molesta,
la mosca
sigue analizando nuestras conductas,
nuestros errores.

A veces,
insolente,
suele quedarse posada
sobre nuestra cabeza,
hasta levantar un vuelo tan largo
como su espacio
y huir asustada al ver nuestro interior,
caótico y primitivo.

La mosca,
negra,
zumbona,
no nos comprende.

Regresos

Me vuelvo rendido
a mi primera voz,
a mi primer parto de luz.
Me vuelvo casi a tientas
a mi formación,
calcio, plasma
y una urdimbre de tejidos
conectados,
todos en una bolsa
llena de tibio suero.

Me vuelvo dormido
a los recodos cálidos
de mi existencia,
a mi útero de sueños,
a mi madre que espera.

Ser un niño,
ser un hombre,
una dualidad tajante
que segmenta mis imágenes,
un verdugo insomne
que me arrulla,
una resurrección más
que se agiganta,
pues aún no he sido
lo que soy,
porque he vuelto a recorrer
los senderos de la vida.

martes, 21 de septiembre de 2010

Titiritero

Una mano,
que va tejiendo
los movimientos de un cuerpo
cincelado en oro,
se detiene ahora un tiempo,
y lo alarga hasta la muerte
que le esta guardada.
Y el muñeco que de sus dedos nace,
desarticula sus segmentos de alma
y también él se detiene,
hasta que los hilos tensores
que lo agarran
derraman sombras sobre su espalda.
Inmutable su rostro de árbol
se descuelga de la vida,
como la mano,
y para siempre.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Retazos de hambre

Cuanta hambre rueda por sus bocas,
ajadas como viejos libros que ya no se leen.
Las caras descubiertas al engaño
ya no hablan de futuros ni de pasados,
tienen palabras de hambre
como sus manos,
que hurgan en los bolsillo
urgidos de remiendos
sin encontrar nada.

Cuanta hambre rueda por sus pies
abiertos al cemento ardiente,
zapatos con suelas olvidadas
en algún entierro,
cordones de hilo volátil
que se escapan con el viento.
Y esas caras desiertas y marcadas
ya no juzgan el desprecio,
ya no lloran por el vientre vacío,
ya no ríen,
esperan en silencio
la moneda regalada,
la piadosa dádiva
del que no sufre,
pero también esperan
la cuchilla oxidada
que les rebane el cuello,
la muerte lenta, pero salvadora.

Humo

Fumo un cigarrillo
que se expande en las cenizas
de mis pensamientos.

Fumo y observo los colores
perdidos en la inmensidad
que la tarde esconde
tras sus ojos de fuego.

Fumo y anhelo voces que calmen
el deterioro de las fibras más íntimas.
Presiento un quebrarse
de espacios sucesivos,
un olor a muertos no enterrados,
a una piel desecha y que no sangra.

Fumo y miro, desesperadamente
los recovecos de esta vida
que atraviesan mis espejos.

Llanto

El agua en el ojo es un mar que truena,
se encrespa hasta revalsar
las fuentes olvidadas
en algún lugar oscuro de la memoria.

El agua en el ojo es una brecha ardiente,
un canal sangrante
que recorre los túneles
indescifrados del Universo
microscópico de la materia.

El agua en el ojo es una vertiente fértil
que brota hasta el agobio,
hasta la súplica,
hasta la risa.

El agua en el ojo es una eterna lágrima,
es el llanto cotidiano

Círculos

Cerrándose,
para volver a encontrarse
en la distante longitud del alma,
los círculos van armando
su estructura de fuego,
encarcelando Dioses
para atrapar el milagro
e involucrar las formas
de sus ciclos.

Los círculos son diferentes escudos
que distancian las vertientes
de la fe hacia una deidad perdida,
o a un supremo Universo dispersado.

Los círculos se cierran sobre nosotros
para robarnos la palabra.

Ante mi

Ante mi un soplo
quemándome la voz.
Desnudo viajaba hacia el infinito,
desde mi propio origen,
sin desamparos ni estrategias,
solo,
sin sueños anteriores
que me obliguen a volver
ahora que he cruzado las raíces
de mi sombra.

Ante mi  la vida,
como un día

Destierro

Sangrantes, las manos lloran
al perecer sus deseos.
Irrevocables, los cuerpos se derrumban
al privarse de sus ansias.
Desquisiados, los corazones se destrozan
frente a la amargura del destierro.
Olvidados, los hombres se presentan
ante tierras lejanas.
Pero las ideas se mantienen
en el devenir de los que aún creen.
Espectantes, los que quedan, se cobijan
esperando el día del reencuentro.

Despedida

Hoy te encontré
allí sobre la madera gastada del tiempo,
te mire con lágrimas en los ojos
y recordé aquella tarde aquí
cuando sobre tu pecho de lata
dejaba caer las cenizas
de mi soberbia
y cuando con fuego sellaba
la ira de mi impotencia.

Fuiste todo oído,
todo silencio
en el momento
de muestra despedida.

Una muerte

La noche intenta detener
el hilo de la tarde,
alargando su mano de luto,
su inevitable y triste rutina.

La tarde va borrando
su trama de brumas,
su imagen desierta
para penetrar en el limbo
etéreo de la noche,
en sus fauces de oscura sed.

Y así, entregándose al ritmo
desenfrenado de los sueños
que se vuelcan sobre el cielo,
la tarde vuelve a reiterarse
en sus formas más antiguas,
sacrificando un tiempo
que fuera suyo.

Centro

Deslizo mis lineas
hacia un secreto centro,
internando historias
que se cierran,
que se entrelazan
para conformar los cuerpos
de un pensamiento
que trasciende más allá
de mi propio centro,
más allá de toda palabra.

Un ojo

Me mira,
desde le oscuro fondo
de la inconsciencia,
sabe de mis cosas,
conoce las palabras
que inundan mi alma.

Me mira,
siempre me mira
y yo me rehuso a él,
a su ojo tan ciego de años,
a su profundidad
de espacio inalcanzable.

Pero está ahí,
atravesando mi pecho,
con varas de fuego,
obligándome a escapar
de mi secreto.

Me mira,
eternamente.

Lugar

Un lugar,
un mundo,
donde sueñan,
donde aman,
donde nacen
las esperanzas.
¿Será posible?

Aquelarre

Abrir pausadamente
los rincones del destino
para remendar apenas,
con frases que se esfuman
las heridas del pasado.

Y soltar en vuelo tenue
el aquelarre refugiado
en nuestros ojos.

Una risa alucinada ha caído
y nos convoca.

Ventana infinitas

Una ventana,
un camino lejano
y sinuoso, detrás.
Una sombra que se interna
traspasando umbrales
de piadosa tragedia,
un pájaro pinta con su vuelo
el camino yermo.

Quietud,
desolación,
muerte unida a la mente,
espacios sin espacios,
abismos sin gargantas
y otra ventana.

Un río, tumultuoso,
abismal bramido
que brota desde su lecho.
Una sombra (ya no tan sombra)
que penetra en el ojo que se abre.
Nada en la tempestuosa soledad del agua
y hunde sus manos hasta agotarse.
Crece su largo sueño en la orilla.
Ha llegado.

La piedra,
inmensa mole de aristas
que se abrazan al aire
y en su centro otra ventana,
más pequeña.
Alguien cruza (ya no es una sombra)
el marco destinado a su pie.
Detrás, una puerta,
un rito que se inquieta,
un libro sobre una mesa,
un poema
y otra ventana.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Un parque para Zulema

La mujer dejo la tijera sobre la mesa y comenzó a acomodar el cabello de la anciana. Sentada en la silla, Zulema miraba hacia el jardín con aire perdido, con una lejana resignación. Por la ventana penetraba una brisa fría, pero a la vez placentera. Comenzaba  nacer el otoño. Desde donde se encontraba Zulema podía  oír el trinar de los pájaros en los árboles del parque, podía ver esa inmensidad de sueños atrapados a través de los barrotes que la separaban.
¿Cuánto hacia que estaba en ese lugar?  Ya no lo recordaba. Era muy feo recordarlo.
Aquella mujer de brazos gordos y musculosos volvió a tomar la tijera y cortó el cabello en forma escalonada. Zulema seguía inmóvil, con la vista puesta quizá en algún viejo pino que se veía a lo lejos.
¿Cuánto hacía que no la sacaban a pasear al parque? ¡Antes lo hacían!
La mujer de ojos traicioneros y cara redonda y colorada, dejo la tijera sobre una pequeña mesa, tomo un maquina  eléctrica para cortar el pelo y la encendió. El fuerte sonido del motor sacudió a Zulema que se puso algo incomoda. Sin decir palabras, la robusta mujer comenzó a raparle el costado izquierdo de la cabeza.
- ¿Qué día es?- preguntó Zulema saliendo de su sepulcral silencio
-Martes - contesto la mujer casi sin mirarla
-¿Otra vez van a venir esos hombres de blanco? Cada vez que me cortas el pelo aparecen- corrió un  plateado mechón de pelo  caído sobre su falda- además, siempre que me llevan vuelvo mal, tengo que arrastrarme!
La mujer siguió rapando la sien sin decir una sola palabra, confirmando con su mutismo las palabras de Zulema.
Quiero ir al jardín  con los pájaros. ¿Me vas a llevar?
- Si Zulema, después
- ¿Por qué estoy acá?
- Porque estas enferma- contesto despectiva
El cabello de Zulema caía sobre sus hombros como pequeñas hojas de margaritas.
-¿Enferma? ¿De qué?
-Enferma, Zulema, enferma- dijo con voz fuerte y algo molesta.
- Ahora van a venir a buscarme ¿verdad?- lanzo un imperceptible suspiro- ¡Siempre es lo mismo! ¿Me vas a llevar al parque?

La puerta detrás de Zulema se abrió bruscamente y aparecieron los hombres de blanco, Zulema se estremeció como una hoja marchita en medio de un ventarrón.
- ¿Esta lista?-pregunto uno de ellos
No vez que todavía no termine- respondió irritada
Apurate - contesto- esta es la última que nos queda. En cinco  minutos volvemos
La mujer le respondió con un gesto y continuo con su tarea.
-¿Ya se fueron? -pregunto Zulema y se que más tranquila
La tarde no quería morir detrás de los barrotes, se dejaba caer en largas bocanadas de viento hasta apagarse junto con el canto de los pájaros. Zulema dormía, tan profundamente que sus piernas, sus manos, sus dedos, su piel pensaron que estaba muerta, casi ni la oían respirar. Pero no, soñaba.
¿Cuánto hace que estoy acá? ¡Quiero ir al parque! Siempre sola! ¡Nunca una visita!
De pronto un hombre y una mujer entraron en su habitación, sonreían
¡Papá, mamá! ¿Dónde estaban? ¿Vamos pasear por el parque?

El parque donde fue Zulema era tres veces más grande, con muchos árboles frutales, pájaros y hasta un hermoso conejo blanco como su pelo
¡Mamá, papa no me vuelvan a dejar sola! Ellos asintieron.
Zulema sintió frío, sus delgadas piernas sintieron frío, sus arrugadas manos, sus huesudos dedos, su piel transparente y frágil como el papel de arroz, todo su cuerpo.
Mamá, papá, está haciendo mucho frío ¿por qué mejor no vamos adentro?


Madrid

En Madrid la noche huye temerosa,
se lava la urdida trama de sombras
y las callejas, amasijo de formas
se reavivan.
Un salitroso remanso de lunas pasadas,
todavía se agita en sus iglesias.
Paredes humeantes de mariscos,
cerveza, alubias y jamones
se combinan.
Un mundo antiguo
batiéndose entre metros, museos y avenidas.
Y la noche dejando su huella.
Bares y más bares disputandose al cliente
entre cañas y tapas.

Así es Madrid,
jugosa variete de inmigrantes,
latinos, moros y asiáticos
van buscándose la vida,
los sueños no olvidados.

Todo un símbolo
Arena, ruedo, sangre, toros,
Almodovar, Pisaso y Julián Marias,
los ghetos, los skin heads,
los domingos en el rastro
y la cuna de los poetas vivos.

Así es Madrid,
ciudad de locos,
putas, cine y alegría,
ciudad de esperanzas repetidas
de cantatas y sonatas,
de banqueros y mendigos.
Alcala, Sol y la Plaza Mayor
y el río Manzanares bebiendo
de su suelo.

Asi es Madrid,
ciudad de paso
en la que todos
se quedan prendidos
de su encanto,
de su aroma
y de su acento

Noche

Algo deslumbro sus ojos
con dos muslos ardientes
que le devoraron la mirada,
fue la noche con sus medias
de encaje negro.

Viajero de la noche

Viaje por los templos de la noche
y comprendi que era indispensable
volverse luz
en tan cavernosa
estrechez del alma.

Un muro

Piedra tras piedra
amontonada en la garganta
del pueblo.
Un muro,
separando los días
de sus noches,
las catedrales de sus Dioses.
Un muro
para oír llorar  a sus espaldas
o para escribirle en sus ladrillos
¡Libertad!

Superstición

Hechizo,
conjuro a la hora de la siesta,
espejo abierto en astillas
hacia la nada.

Maleficio, sortilegio
¿Quién conjurara el destino
cuando los muertos reclamen su nombre?
¿quién vaciara de males el sueño del hombre común?

Espanto paranormal,
gualicho que nos viene
desde un mundo antiguo,
punzando la agujas
de Hades, compañero de la muerte.

Anak Krakatoa

Aquella garganta desmontada
de los cielos,
acudió a nuestros ojos
tronando notas de ciega furia,
aterradores compases
grabados en la ígnea roca
atravesaron nuestros oídos
y fue luz volcánica
encendiendo las almas,
de los desprevenidos,
las bocas suplicantes,
ardiendo desde dentro,
los cuerpos en llamas
de aquellos que no escucharon
el bramido de su cólera
en aquella cálida mañana,
que no vieron las señales
de un mundo harto.

Cruzar el espejo

Al poco tempo no hubo espacios
para detenernos a cruzar,
atravesamos el espejo
para vernos las caras,
pero no el interior,
olbligados a morirnos
junto a un amargo río
de oscuridad.

Pena

Fue el fuego
el que grabo tu nombre,
fue el llanto
quien apago mi pena.

Olvidado nombre

Un cuerpo que viaja sideral
por el espacio,
esparciendo sombras,
portando olores
de vientos y tormentas
hurgando la memoria
en busca del milagro
           olvidado.
un cuerpo que se desplaza,
rozando las cúpulas de viejos templos,
recogiendo los susurros
que va unidos a su
           nombre.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Sangre

La sangre clama,
desentraña los oscuros laberintos
donde deambulan las almas sin descanso,
avisora el filo que cercena
a los traidores
y riega de  rojo los campos
visitados por la muerte.

La sangre brota,
trasporta el dolor de los infames,
acumula heridas que no cierran.
y cumple con el ritual que le impone
su propio destino.

La sangre avisa,
la venganza es el camino,
desvela los espejos marchitos
y derrama lágrimas de espadas filosas.

La sangre duele
en lo mas profundo,
venera las transformaciones,
generación tras generación
busca en la raíz del hueso
hecho piedra
y reivindica a los que caen en el olvido
bajo su nombre

La sangre brama
por mas sangre
porque esa es su escencia

domingo, 5 de septiembre de 2010

Los olvidados

Las manos callosas,
los dedos asperos,
la piel curtida y deshidratada,
los pies cansados de andar milenios,
caminos largos que se cruzan
como ríos de fuego.
Los años desiertos
marcan las horas pasadas,
aumentan la espera
de no saber lo que vendra
y  detienen todos sus sueños.
Son cuerpos marcados
por las llagas del alma
que se agolpan de a cientos,
dispuestos al azar,
solo un conjunto de carne
seca y olvidada.

Nadie los recuerda,
nadie  los nombra
nadie los convoca
permanecen bajo las sombras
del destino atroz,
no tienen tiempo ni espacio,
habitan el abismo
de la ignorancia
y caminan hacia la cruel condena
de no pertenecer.

domingo, 29 de agosto de 2010

Todo esta en la cabeza

Estoy mal, hace meses que no estoy para nada bien, parece que mi cabeza me esta jugando una mala pasada. Stress, agotamiento, sobre exigencias, mochilas que uno carga y vaya uno a saber que otras cosas más están haciendo estragos en mi salud física y mental. A veces pienso que estoy llegando al límite de lo tolerable. Esto de estar siempre enfermo, de sentir que enfermedades malas consumen mi cuerpo se está pasando de la raya. No entiendo porque me suceden estas cosas, no se porque mi organismo reacciona como si estuviera enfermo. Inflamación intestinal, dolores de vientre, mala digestión, baja de peso y un sin número de síntomas más me atacan a diario. Es increíble como la mente humana puede ser capaz de causar tanto mal. Nada patológico, exámenes de sangre normal, ecografías normales y yo hundiéndome en mi propia mierda. Los médicos ya no me quieren ni ver, me mandan al psiquiatra. "Todo esta en tu cabeza"  me dicen....

Barajar y tirar de nuevo, eso es lo que tengo que hacer. La vida es una sola y hay que vivirla pero bien, plenamente, sin amarguras, sin conflictos internos, sin resentimeintos, sin rencores y por sobre todas las cosas sin culpas. Y eso es lo que voy a hacer. Voy a empezar a ver el vaso medio lleno y no el vaso medio vacío. Voy imaginar un mejor futuro, un mejor amanecer y un cuerpo sano junto a una mente sana. No me va a ser fácil, pero creo que este es mi límite, mi punto de inflección. A partir de aquí tiene que comenzar otra vida más positiva y si las cosas no me salen como yo quiero o no logro que lo que anhelo habrá que esperar, otra vez será. La frustración no trae otra cosa que más frustración y eso se refleja en el cuerpo, provocando un sin fin de problemas.

Hoy quiero desterrarlos, quiero alejar los demonios de mi cabeza y empezar a ver la vida con otros ojos, con los ojos de un niño inocente que no piensa en la muerte y que tiene mucho por vivir. A partir de hoy voy a ser de nuevo ese chiquillo que soñaba, soñaba y reía sin parar... Dios y todos sus ángeles y santos están conmigo en este nuevo camino y junto a ellos voy enderezar mi vida  para vivirla como me merezco. He dicho!!!!

martes, 24 de agosto de 2010

Agosto

Agosto baña con su manto de luz
las callecitas olvidadas,
donde ya nadie transita,
donde ya nadie espera.
Son estampas de un pueblo que se pierde
en el olvido,
que se muere de a poco
en la reseca sed de los que quedan,
en la infame melodía de los cantores
que no quieren callar,
que no quieren dejarse morir
junto al espanto de ver las casas vacias,
la persianas bajas y las plazas sin vida.
Hasta los árboles han perdido su sombra,
incluso los perros se ha convertido en fantasmas
y deambulan como anímas en pena.

Pero agosto vuelve,
una y otra vez
como si todo estuviera en orden,
como si la vida siguiera su curso.
No sabe de pueblos detenidos,
no entiende ancianos que se esfuman,
de trenes que nunca llegan
de hombres que ya no vuelven,
porque agosto solo quiere pintar al pueblo
con su paleta de colores
como un artista bendecido.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Danza

Hacia abajo,
la mano lleva el ritmo,
los pies besan el suelo
con sus puntas aladas
y sueñan...

Alguien empieza el baile y anima a los otros
a regalar contorsiones de las caderas
a menear los cuerpos sudorosos
a inflar los pechos orgullosos
y a buscar pareja.

Mejilla con mellija la música aprieta
cada arrime, cada roce, cada supiro entrecortado
cada encuentro de pasión contenido.
Mientras bailan, las almas se menean, retuersen y deambulan
con el frenesí de la música,
las figuras se pierden al unísono junto al tambor
que repiquetea con las palmas ardidas.

La noche se pierde
las horas detienen el tiempo
la danza se adueña de los danzantes
es todo baile, es toda llama
que no quiere ser apagada.

miércoles, 21 de julio de 2010

Adelanto de la novela "Baltazar"

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El  espejo del baño esta completamente empañado por el vapor de la ducha, Baltazar Jiménez, aún mojado, pasa su mano sobre el cristal dejando ver su rostro reflejado en él. No tiene buen aspecto, unas profundas y casi moradas ojeras se extienden por debajo de sus ojos, acrecentando unas insipientes bolsas de piel flácida que le cuelgan como funestos adornos. Son un recordatorio que a  sus cincuenta años esta envejeciendo y eso lo pone  de muy mal humor. No hay nada peor para él que despertase por la mañana y ver como el paso del tiempo le va dejando nuevos regalos en su rostro. Son recuerdos imborrables sobre su piel, como tatuajes que hablan de una vida transitada. Ojeras, arrugas, canas, impurezas en la piel fueron apareciendo poco a poco, casi sin anuncios, hasta que un día…  “¿Y esa verruguita? ayer no estaba allí” ¿Cómo apareció así tan de golpe?

Paso sus dedos por el colgajo debajo de sus ojos y lo estiro para ver si mejoraba su aspecto, por unos segundos las bolsas bajo sus párpados desaparecieron como lo hacen los sueños al despertar por la mañana y Baltazar se imagino con unos diez años menos. Al soltar la presión, la delgada porción de piel sin elasticidad volvió a su posición original devolviéndole un rostro cansado y envejecido. Dejo las ojeras y fue directo al pelo… ¿Se estaba quedando pelado o era su imaginación?  Paso su mano abierta por entre los finos cabellos y los llevo hacia atrás para ver si podía reconocer alguna nueva entrada, o pistas de aterrizaje para piojos, como solía decirle. El agua acumulada en su cuero cabelludo salpicó el aire como un rociador, de esos que se usan para humedecer la ropa cuando se plancha. Por ahora todo parecía estar igual, solamente sobre la coronilla, la acumulación de pelos parecía empezar a ralear, dejando al descubierto una prometedora pelada para dentro de un par de años. Era evidente que envejecer no le hacia ninguna gracia y últimamente había estado pensando en hacerse algún que otro retoque, aunque esa idea le parecía  más propia de las mujeres que de los hombres y por momentos le hacía dudar de si convenía hacerse o no una intervención quirúrgica que le devuelva algo de la lozanía perdida. También pensó en el implante capilar cuando su cabeza lo empezara a necesitar.

Trato de olvidarse por un momento del fatídico paso del tiempo que tanto lo traumatizaba y comenzó a secarse las partes del cuerpo que aún permanecían mojadas, brazos, piernas, glúteos, geniales, pies, fueron los lugares por donde paso el toallón azul con un Mikey estampado en el centro que había comparado en un viaje que hizo a Brasil. En ese viaje Baltazar había ido con Nora, Norita para los amigos, su ex mujer, unos meses antes de su separación. La idea era ver si pasando una semana los dos solos en una paradisíaca playa brasilera podían salvar la pareja, que ya venía dando manotazos de ahogado desde hacia tiempo. El viaje fue de lo mejor, en ambos parecía que el amor olvidado regresaba con los bríos de la juventud y la pasión se encendía nuevamente como cuando tenían veinte años. El sexo se hizo casi diario y todo les indicaba que las desavenencias conyugales, reproches y malos tratos habían quedado archivados en la carpeta de los malos recuerdos para siempre. Regresaron de ese maravilloso viaje con la certeza de que su matrimonio estaba a salvo y que ya nunca más iban a tener que pasar por una pelea matrimonial. Eso no fue así, al tiempo volvieron las discusiones y las diferencias que habían logrado compatibilizar en ese esperanzador viaje, se hicieron cada vez más grandes al punto de llevarlos a una separación definitiva. Un verdadera pena. Baltazar aún amaba a Norita y el proceso de separación no fue nada  fácil para él. Largas noches de insomnio, depresión, aumento de su presión arterial y una insaciable necesidad de fumar más de lo habitual, fueron algunos de los cambios que experimento mientras duro el asunto. Por suerte gracias a las sesiones con el psicólogo Martín Cabral, pudo empezar a elaborar el duelo,  liberarse poco a poco de la culpa y salir de los profundos cuadros depresivos.

Se miro por última vez en el espejo, su mano recorrió el rostro como escaneándolo y se dio cuenta que debería afeitarse, pero la sola idea de enjabonar su cara y tener que pasar la maquinita le provoco un profundo desgano, por lo que decidió no hacerlo. Hacía días que Baltazar no rasuraba su barba y eso podía ser un alerta sobre una recaída en su depresión post divorcio. Trato de no darle importancia, salio del baño y se cambio con lo primero que encontró a mano, nada elegante por cierto, últimamente todo lo que se ponía no le sentaba nada bien, que si era un vaquero con una remera lo hacia muy gordo, que si era un pantalón de vestir con una camisa lo hacia muy formal y así las distintas excusas empezaban a aparecer cada vez que se paraba frente al guarda ropas. Por eso, esta vez prefirió no pensar demasiado y tomar lo primero que tuvo frente a sus ojos. Un pantalón de hilo color azul y una camisa mangas cortas de color blanco fue su vestimenta del día. Tomo una corbata que ya tenía hecho el nudo, se la coloco en su cuello y la ajusto así nomás. Era de un color verde fosforescente, bastante desagradable y que no combinaba para nada con la ropa que se había puesto. Aun la conservaba porque había sido regalo de Norita Se calzo unos mocasines marrones deformados por el exceso de peso y el uso continuo. Busco el saco. Era un ambo de media estación color gris acero que Baltazar detestaba. En  realidad odiaba todos los sacos y también las corbatas. Ponerse un saco con una corbata le representaba un verdadero castigo y suponía cierta estratificación social que lo ponía a él y a todos los que usaban esa indumentaria, dentro de un conjunto de individuos semejantes a robots estandarizados. Uno tras otros los hombres caminaban por las calles de las distintas ciudades como auténticos autómatas, perfectamente individualizados gracias a sus sacos y corbatas. “Ahí va uno de esos amargados con cara de aburrido, que pasa desapercibido en medio de un centenar de seres iguales”  Pensó Baltazar mientras salía de su casa.

Afuera el día era perfecto, a pesar de ser verano no hacia ese calor agobiante tan característico en el mes de enero. La temperatura se había instalado por arriba de los veinticuatro grados, lo que hacia que la mañana fuera de lo más agradable. Seguramente para la tarde, esas condiciones ideales cambiarían y la temperatura se elevaría en al menos unos seis grados o más. Baltazar camino en dirección a la parada del colectivo y espero junto a otras personas que llegara el transporte que lo llevaría una vez más a su trabajo. El sol, resplandecía como una enorme moneda de oro en medio de un mar celeste y Baltazar maldijo una vez más tener que trabajar en pleno verano. Hacia varios años que no se tomaba unas buenas vacaciones, siempre por una razón o por otra el merecido descanso quedaba para otra ocasión. Todos los años se decía lo mismo “Este año me tomo las vacaciones en enero” pero nunca  podía cumplir aquello que pronunciaba en secreto y todo quedaba en una mera expresión de deseo, acompañada de una frustrante sensación de impotencia. Quizá, el hecho de tener que trabajar los veranos era en gran medida debido a su falta de carácter a la hora de  hacer valer sus derechos en la empresa para la que trabajaba. Tenía el si fácil como se dice vulgarmente. Nunca podía emitir un no como respuesta y ante la menor insinuación de su jefe por modificar la fecha de su descanso estival la frase “no hay problema yo me quedo” era su respuesta más habitual. Estaba claro que sus superiores ya le habían tomado el tiempo y cada vez que se necesitaba alguien que atendiera todos los requerimientos de la empresa mientras ellos descansaban panza arriba en algún idílico lugar del planeta, al único que recurrían era a él. Baltazar siempre estaba predispuesto y servil, aunque por dentro maldijera su sumisa actitud y se arrepintiera cada vez que la temperatura se elevaba por arriba de los treinta grados o cuando veía por la televisión como la mayoría disfrutaba del sol y las playas mientras él se cocinaba como un “huevo poche” en una ciudad que cada vez se parecía más a un horno incinerador de cadáveres. ¿Eso era él? ¿Un cadáver que camina derecho a  calcinarse  en un horno?

Llego a su trabajo como de costumbre veinte minutos antes de la hora de ingreso. Siempre llegaba temprano porque a él le gustaba usar esos breves minutos que tenía para hacer sus cosas personales y beber un café bien negro y con mucha azúcar. Acomodar su escritorio era una rutina diaria. La mayoría de las veces los empleados de limpieza desacomodaban los papeles de su box y nunca los colocaban como él los había dejado. Baltazar comprobó una vez más que sus carpetas y objetos de oficina no estaban en el lugar correcto, pero a diferencia de otros días experimento un deseo de no acomodarlos, así que dejo todo tal cual lo habían dispuesto la gente de limpieza. Tampoco retiro el café de la maquina expendedora.
La oficina comenzó a poblarse lentamente. Uno a uno los empleados llegaban y se acomodaban es sus diferentes sectores de manera automática. Sus mentes ya estaban programadas para hacer siempre lo mismo. Día tras día, mes tras mes, año tras año sus compañeros encendían las computadores, bebían el café y acomodaban sus objetos de trabajo, algo que Baltazar había hecho durante todo el tiempo que llevaba en la empresa, hasta hoy. Trato de recordar cuantos años llevaba como empleado de la empresa y le costo recordarlo ¿Eran diez o doce? 
Patricia Pereyra la encargada de Recursos Humanos paso por delante de Baltazar y lo saludo con un gruñido casi inaudible, como lo venía haciendo desde que se había hecho cargo de esa área, unos tres años atrás. Siempre tan simpática.

Ovidio Morales, era el encargado del departamento de Marketing y a juzgar por su apariencia,  jamás había aplicado las teorías aprendidas en la universidad en su propia persona. Era una ser realmente desagradable, tenía un cabello extremadamente grasoso, al punto que Baltazar siempre pensó que debía usar un pan de manteca en vez de fijador para el pelo cada vez que se peinaba por las mañanas. Pesaba unos ciento treinta kilos aproximadamente y siempre olía desagradable. Su olor era como una bola de cebo expuesta a la intemperie por días enteros. Pero lo que más odiaba Baltazar era su humor idiota y decadente que demostraba a diario. Se creía el rey de la comedia y viva haciendo chistes estúpidos que no causaban la menor gracia. Claro que estaban los genufexos de siempre que con tal de caerle en gracia se reían a carcajadas de sus patéticos chascarrillos. Baltazar solo torcía su boca con una mueca de desagrado en un intento por demostrar lo mala que había sido su broma. "Usted no tiene humor Jiménez"  Solía decirle luego que remataba su espantoso chiste y toda la oficina explotaba en una unísona carcajada .Ese día, Ovidio Morales entro como siempre y comenzó su repertorio de chistes viejos y recontra  usados. Los chupamedias  de siempre festejaron el impresentable popurrí de cuentos y Morales se fue directo a su oficina, caminado como si fuera el más grande capo cómico de todos los tiempos, ancho, erguido, inflado como un globo aerostático. Baltazar permaneció callado, solo observo como el que se la daba de gran cómico, se pavoneaba por los pasillos alardeando su supuesto talento.

El día de trabajo transcurrió con la lentitud y parsimonia de una tarde aciaga y solitaria. Las horas parecían ser parte de una eternidad inconmensurable. Las agujas de los relojes se detenían por largos minutos, como si a las maquinarias les faltasen baterías. Así, Baltazar paso las horas en su puesto de trabajo hasta que por fin dieron las cinco de la tarde, hora en que terminaba su jornada laboral.
Salio a la calle y una bocanada de aire cálido y húmedo lo abofeteo. A pesar del calor y la humedad, el estar fuera de aquel reducto nefasto le produjo un incalificable placer. Cada vez que ponía un pie fuera de la oficina una variedad de sensaciones placenteras lo invadían. Se sentía liberado, la presión cedía y el mundo que lo rodeaba comenzaba a verse mucho más agradable. Baltazar imaginaba que esa sensación que él sentía cada vez que dejaba su trabajo era comparable con lo que siente alguien que se paso veinte años preso y  por fin obtiene su libertad. Así se sentía él. Aflojo el nudo de su corbata y puso marcha hacia la parada del colectivo... 

lunes, 21 de junio de 2010

Fruto prohibido

Una manzana,
madura,
jugosa,
tentadora.
Dos bocas,
curiosas,
deseosas de saborear
lo prohibido.
Un bífido y fatal encuentro
para un final anunciado.
Cruel destino de la especie
que tendra que vivir eternamente
la tragedia de la vida.

Una sola manazana,
dos mordidas
y millones de almas
que han extraviado
el paraíso.

lunes, 14 de junio de 2010

Registros del pasado

Nada cambia,
las cosas mantienen su forma,
perduran en la piedra fosilizada,
y nos descubren los vestigios de otrora.
Caen vencidas las osamentas de las bestias
desarmadas, sin tener quien las ensamble
se aglutinan entre si
para contar su propia historia.
Hueso sobre hueso el tiempo inclina con su peso
y va grabando el surco de los años
sobre el calcio y el carbón.
Una tierra reseca sacude el polvo del olvido,
mientras unas manos piadosas recolectan el pasado
y lo aprisionan
en una caja de zapatos.

sábado, 29 de mayo de 2010

El tren

Por mi vacio viaja el tren de los recuerdos
falto de luz y lleno de pasajeros rendidos.
Por las ventanas, los días pasan como ráfagas
del tiempo que se ha ido
y el dolor se arrima en cada estación detenida.
La memoria obliga a refelexionar lo vivido
y a encontrar sentido a aquello que olvidamos
en alguna parada.
La vías se pierden en el infinito
mientras el tren viaja y viaja incansable,
ronronenado las penas de los viajeros
sin destino.

Final de los tiempos

Doliente abismo
húmedo y ominoso,
es necesario protegernos
de tu furia incalculable
cuando los días truenen
sobre nuestras cabezas
y las voces lloren su destino.
Es mejor estar atentos a los presagios
en los cielos oscuros,
cuando las tormentas traigan
entre huracanes de miedo y aguas traicioneras
la necedad de los tontos,
la terquedad de los sordos
y la ignorancia de los que no quisieron ver
los mensajes escritos
en el libro de los tiempos infinitos.

martes, 19 de enero de 2010

Marcado

Hoy no me desperté como de costumbre, sentía  una rara sensación rondando por mi cabeza.


¿Cabeza? ¡Que extraño! El cielo ya no es más azul, ahora es negro. Los ojos,  negros como cómo el infinito Universo 


Recuerdo que no pude dormir bien esa noche. Algo o alguien había estado en mi habitación, como una amenaza.


¿Amenaza? No tengas miedo... Parálisis... bocas cerradas. 


Me acuerdo que busqué el interruptor de la luz del velador, quería ver de donde provenían esos difusos, pero particulares ruidos.


La  luz, potente, brillante, casi eterna. Me empuja. Calor, miedo ¡No tengas miedo!


Después de encender la luz miré el reloj. Me pareció extraño el tiempo transcurrido.


Detenido. El tiempo, inmóvil, las bocas cerradas, me hablan, las cabezas ovaladas los ojos negros, son muchos, están en la habitación, la luz por la ventana, el miedo ¡No tengas miedo!


Traté de recordar lo sucedido, pero solo volví a percibir esa vaga sensación. Quería acordarme, pero era evidente que me costaba. Algo había pasado esa noche en mi habitación y no podía entender que era realmente.


Las manos, delgadas, huesudas, perforan, lastiman, los ojos, negros, sin vida, me miran, las bocas cerradas me hablan. Quiero moverme, no puedo, quiero gritar, mi boca  esta sellada, mis manos atadas.


Pensé unos instantes, traté de ubicar mis recuerdos perdidos. Mis hijos, ¿dónde están? Observé a mi mujer, permanecía envuelta en sus sueños. ¿Habría sido una pesadilla?


¿Pesadilla?, dolor, miedo, agujas, son muchos, me rodean, caen sobre mi, no se que quieren. Bocas cerradas que hablan, ojos vacíos que miran, sus dedos largos, sin vida, husmean mi cuerpo. No tengas miedo, me dicen, quieren que no entre en pánico. Estoy en pánico, tengo mucho miedo. Grito ahogado, se pierde en la inmensidad de espacio.


Me convencí que aquel extraño presentimiento con el que me había despertado, era sólo un sueño horrible, eso había sido. Mis hijos dormían seguros, mi mujer también y en la habitación todo era normal.


¿Normal?  No son normales, sus cuerpos, delgados, grises, por momentos azules, cabezas ovaladas, ojos alargados, negros me miran, bocas cerradas me hablan, las manos monstruosas me lastiman, laceran mi carne, mi pecho. Llanto, dolor, grito perdido, cuerpo inmóvil, no puedo moverlo. Me desmayo.


Intento olvidar todo, lo hago como si nada hubiera pasado, solo que ahora, siento un leve dolor en uno de mis brazos, como una pequeña punzada. Observo el lugar donde siento esa quemazón muy fuerte y encuentro una pequeña marca roja sobre la piel desnuda.


Desnuda, la piel, me quema, son muchos, me inyectan, no aguanto el dolor, no se donde estoy, quiero volver, no puedo. No aguanto. Lloro.


La pesadilla vuelve a comenzar…