lunes, 15 de marzo de 2021

La eternidad

Interminables, las horas resonaban en su cabeza como una trágica canción infantil que se repetía una y otra vez. Su cuerpo, atiborrado de pústulas pestilentes que exudaban fluidos verdosos, era un conjunto de desdichas y calamidades. Postrado es su cama de miles de años el hombre, veía como su cuerpo se deshacía en jirones con el paso de los años sin que pudiera hacer nada. Ya no le funcionaba ningún órgano vital, riñón, hígado, pulmones, corazón habían muerto hacia ya mucho tiempo, solo su cerebro seguía trabajando sin descanso y lo mantenía en un estado de vida improbable y dolorosa. Había perdido la vista, parte de su audición y el olfato y sus músculos estaban consumidos al punto de estar adheridos a los huesos, huesos que también mostraban la extraña geografía de unas desagradables malformaciones.

Así, pasaba sus días, enfrentado a la peor de las eternidades que un ser humano puede soportar. Desdichado y en la más absoluta soledad de su mente, el hombre soportaba el paso del tiempo como un caparazón de tortuga vacío en una playa desierta.
Nada ni nadie podía cambiar su espeluznante destino, esa era su condena, el precio de que debía pagar por su osadía de buscar la inmortalidad.
Durante siglos vio morir personas a su alrededor, vio al mundo desarrollarse, crecer cambiar y al planeta moverse vertiginoso. Los cambios de estaciones ya casi no le importaban, le daba lo mismo estar en verano o en invierno, su degradado cuerpo casi no distinguía el calor del frio. Tampoco se preocupaba por los días o los años, esos que al principio contaba para mantener una rutina vital, pero cuando su cuerpo empezó a sucumbir al implacable paso del tiempo se dio cuenta que era estéril continuar con esa rutina, ya era un muerto en vida y de nada servía saber cuántos días, meses, años o siglos habían trascurrido.
Por suerte, aún conservaba vívido los recuerdos de cuando saberse inmortal le daba placer y poder, de cuando la vida era toda suya.
Ahora, en la más penosa ruina corporal y dentro de la más profunda oscuridad no podía hacer otra cosa que desear que los Dioses se apiaden de él y le concedan la muerte que lo libere de tantos siglos de tortura innecesaria. Pensar en morir era como una bendición que lo reconfortaba, pero cuando se daba cuenta que los Dioses no le tenían reservado en su plan divino esa posibilidad caía en la más profunda depresión y comprendía que su estigma era ver el discurrir morboso de la vida y muerte de los otros. Vivir eternamente en un cuerpo físico inútil y podrido, era el peor castigo posible.
Mientras su cerebro se debatía en vano con pensamientos que se repetían incesantemente, algo ingreso en su cuarto. Con lo poco que le quedaba de audición alcanzó a oír como se acercaba a él. No podía verlo ni olerlo. Inmóvil y sin fuerzas pensó en que quizá se hallaba en un futuro muy lejano y que ese ser que estaba allí podía ser un médico que lo ayude a revertir su situación. ¿Habría en un futuro la posibilidad de terminar con la inmortalidad?
Quería preguntarle quién era y si tenía la cura para su desgraciado destino, pero sus cuerdas vocales ya no le respondían. Se mantuvo expectante a la espera de poder oír algo más.
Lo que estaba en su habitación se acercó a centímetros de su maltrecho cuerpo y comenzó a olfatearlo, era una enorme bestia, entre humano y animal. Poseía una enorme boca dejaban ver unos enormes colmillos El bestia humanoide, avanzó desplazándose con sus dos largos y huesudos brazos apoyándolos en el piso. Llego hasta él y comenzó a lamer las vesículas purulentas. Parecía disfrutar de su repugnante sabor.
El hombre, imposibilitado de todo movimiento, intentó reconocer en un esfuerzo mental, que criatura era. ¿Sería un perro? ¿Un lobo? ¿Un gran felino?
Luego de beber el gelatinoso pus de sus heridas, la criatura comenzó morderle el abdomen. Después de haber pasado siglos en estado padecimiento constante, su cuerpo se había acostumbrado tanto al dolor, que aquellos colmillos hundiéndose en la carne, eran apenas unos pinchazos imperceptibles.
La criatura devoró gran parte de la carne y los órganos putrefactos y cuando sació su hambre se dejó caer a su lado, con el vientre hinchado como un balón de fútbol y se echó a dormir. Era evidente que no veía al hombre como una amenaza, sino como lo que era, un cadáver en descomposición que le servía de alimento.
¿Vida? ¿Acaso eso era vida? Vivir no era sinónimo de estar vivo. ¿Qué otra calamidad le esperaría y cuántos siglos más podría soportar ser devorado en vida por alimañas hambrientas?

La eternidad se había convertido en un feroz y cruel enemigo, en algo siniestro que no jamás lo dejaría. ¿Moriría realmente alguna vez? ¿Qué pasaría cuando su cuerpo sea solo huesos secos? ¿Seguiría consciente de ese terrible momento? ¿Dónde se alojaría la conciencia? ¿La eternidad lo seguiría incluso después que su cuerpo se haya convertido en polvo o haya sido devorado en su totalidad? Eran solo preguntas sin respuestas, eran las dudas y los temores de un ser inmortal, urgido de dormirse en la oscuridad más absoluta y profunda.
Algo irrumpió en la habitación, la criatura despertó sobresaltada de su letargo y emitió y agudo chillido de furia. Dos nuevas criaturas venían a disputarle su presa, estaban famélicas y harían todo lo posible por llevarse un pedazo de esa carne muerta a sus estómagos.
El hombre inmortal, intuyó la pelea y trató de pensar en cómo sería su muerte. Mientras las criaturas luchaban ferozmente, la mente del hombre divagó imaginándose descansando en paz en una tumba sin nombre, en un cementerio sin cruces, en otra eternidad diferente y tranquila.

lunes, 24 de junio de 2019

La solución al problema


La puerta se abrió y Andrés Silva ingreso a la sala de reuniones acompañado de una esbelta y elegante secretaria.  Todos los presentes, que estaban sentados uno al lado del otro completando el círculo que formaba la mesa ovalada y de caoba lustrada, se levantaron casi al unísono. Andrés hizo un gesto con su mano indicando que se volvieran a sentar y así lo hicieron en un minucioso orden y silencio.
Andrés, solicitó a su secretaría que le entregue la carpeta que sostenía en sus manos. Ella se la entrego sin inmutarse.

El brillo de la mesa era tan intenso que los últimos rayos de sol que ingresaban a través del enorme ventanal del piso 45 de la torre Alfil, rebotaban en la lustrosa madera haciendo que la sala de reuniones se vea perfectamente iluminada y sin que sea necesario encender los focos de luz dicroica que enmarcaban el lugar.
Andrés observó los rostros de todos los que lo acompañaban. Había preocupación. Era evidente que la situación había empeorado más de lo esperado y las cosas se habían salido de control a pesar de todas las medidas preventivas que se habían planificado con el fin de evitar lo que Andrés estaba por exponer.

La reunión, convocada de urgencia, tenía como finalidad encontrar una solución al grave problema, por más drástica o difícil que esta fuera. Quienes se encontraban allí reunidos representaban a las principales potencias mundiales y tenían el suficiente poder para hacerlo, sin que les tiemble el pulso y sin la necesidad de tener que convocar a ningún plebiscito que los avale.

-    Damas, caballeros- dijo Andrés en un tono solemne mientras con el control remoto encendía una pantalla holográfica detrás suyo- Como sabrán esta reunión ha sido convocada para tratar el problema de la superpoblación actual. Desde que en 2033 los científicos lograron controlar el avance del envejecimiento la población mundial se ha ido incrementando año a año de manera exponencial. El promedio de vida actual supera los 135 años y se espera que en dos años más esta cifra vea un considerable aumento que podría superar el 10 por ciento.  Ante estos alarmantes números es necesario que los que estamos hoy aquí reunidos encontremos una solución para que nuestra especie pueda seguir existiendo en un mundo perfectamente sustentable.- hizo un pausa y continuó- Según las últimas  estadísticas- la imagen en la pantalla cambió a un gráfico a colores- los recursos naturales están por debajo de las necesidades básicas- otro gráfico- Ya no quedan reservas de agua potable en gran parte del planeta, los pulmones naturales han quedado reducidos a pequeñas áreas del Amazonas, la industria alimenticia está colapsando. Ya no quedan espacios para el ganado y la siembra y en muy poco tiempo los niveles de CO2 serán tan elevados que nuestra atmósfera será irrespirable e incompatible con la vida humana. Ya se están registrando problemas con grandes masas de gente que se desplazan entre fronteras desesperadas en busca de alimentos, medicamentos y trabajo, el caos es inminente- Hizo otra pausa- Como ven el panorama es desolador. Si no pensamos en una serie de acciones que frenen todo este caos, nos veremos obligados a abandonar el planeta en un lapso no mayor a 2 años.

Hizo pausa esta vez más larga para beber agua de un vaso que tenía a su lado - Los escucho- dijo luego de aclararse la voz con el agua fresca.

El doctor Nahorito levanto su pequeña mano.

-          Doctor Narohito

-     Gracias señor Silva. Con el grupo de científicos que lidero estamos trabajando en una recombinación de ADN que pueda revertir los beneficios obtenidos por nuestros colegas anteriores. La idea es insertar un gen mutado dentro de la cadena embrionaria con la intensión de frenar la enzima telomesara. La mayor parte de la información genética se acumula en los llamados cromosomas, que como ya saben son unas estructuras altamente organizadas, formada por ADN más proteínas, las cuales contienen la mayor parte de la información genética de cualquier ser vivo, incluido los humanos. Como es de conocimiento, los organismos crecen gracias a la división celular, mediante la cual una célula inicial o célula madre se divide para formar otras células idénticas. Las células normales están programadas para un número determinado de rondas divisionales. Cada cromosoma posee en sus extremos una serie de secuencias repetitivas denominadas telómeros. Debido al mecanismo de replicación del ADN de las células, los telómeros se iban acortando con las sucesivas divisiones, perturbando el buen funcionamiento célula. Nuestros anteriores científicos encontraron la manera de retrasar al aumentar la enzima de la telomerasa y alargar los telomeros. Lo que estamos intentando es producir el efecto contrario y restaurar nuestro ADN a su forma original.

-          ¿Tiempos? – dijo Silva en tono adusto.

-   Por ahora no podemos hablar de tiempos, tenga en cuenta que llevó más de 50 años revertir el envejecimiento, pero puedo decirle que los primeros experimentos en ratones longevos han demostrado que vamos por el buen camino, del cien por ciento de las pruebas un cincuenta y cinco por ciento de los anímales testeados mostraron síntomas de envejecimiento prematuro y un 20 por ciento envejecimiento normal.

Andrés Silva se quedó unos segundos pensativos. Movió su lapicera entre sus dedos de un lado a otro y finalmente sentenció.

-    Continúe avanzando con su investigación, pero no es la solución que necesitamos ahora. Gracias, doctor.

Nahorito agacho la cabeza y quedo en silencio, diminuto, casi como una sombra.

-        Debemos encontrar alguna manera urgente de corregir el problema- Silva dejo entrever mediante un duro rictus lo preocupado y ocupado que estaba.

El General Morales levanto su robusto brazo, casi a modo de saludo militar.

Lo escuchamos General

El General Morales se acomodó en su asiento y meditó unos segundos sus palabras.

-          Eutanasia selectiva- dijo casi a bocajarro.

Se produjo un murmullo generalizado en la sala. Luego un profundo silencio.

-          Explíquese- respondió Silva sin rodeos.

-         Simple, buscamos las zonas con mayor súper población y de bajos recursos y las eliminamos mediante la utilización de algún gas agro toxico de rápido efecto y bajo poder residual. Sería algo así como… -volvió a pensar sus palabras- desratizar, eliminar una plaga… tan simple como eso

-    ¡Eso sería un horrible genocidio! – el diputado Albernathy estallo como un barril de pólvora al que le arrojan un fósforo encendido- ¡Jamás permitiría una atrocidad semejante! ¡Usted no tiene sensibilidad! ¡La plaga a la cual hace referencia son personas, hombres, mujeres, niños!

-          Debería empezar a verlos como plaga. Piense, son ellos o nosotros. Además, no es la primera vez que se hace algo así y no recuerdo haberlo visto actuar de esta forma en la cámara de diputados cuando se trató de acabar con los enemigos. ¡No sea hipócrita, diputado!

El General Morales se puso colorado de furia.  Albernathy estuvo a punto de contestarle, pero prefirió permanecer callado, era evidente que las palabras le habían pegado fuerte.

-        Selección natural – dijo la bióloga Bárbara Stigman y su cálida y tersa voz hizo añicos el tenso momento. Todos giraron sus cabezas en dirección a ella.

-    ¿Por qué no dejamos que las cosas sigan su curso? - inquirió ante la atenta mirada de los presentes- Aquellos que estén menos preparados y con escasos recursos morirán en cuestión de días o semanas por la falta de alimentos, agua potable o las enfermedades infecciosas. Una epidemia producida por la madre naturaleza, como la de la influenza que diezmó Europa en el siglo 19. Simple y sencillo y sin nuestra intervención.

-   Es algo muy riesgoso- opinó Nahorita- los agentes patógenos pueden expandirse rápidamente y producir una pandemia incontrolable. Por ahora los brotes de sarampión, neumonía y gripe H1N1 están siendo controlados por el departamento de sanidad. Si nos desentendemos de la situación puede ser el fin de todos en un corto tiempo.

-      El doctor Nahorita tiene razón- la que habla es la doctora Dillon, a cargo del Ministerio de Salud    Mundial- Hacer algo así sería como jugar a la ruleta rusa, creo que es algo sumamente arriesgado

-       Dios sabe porque hace las cosas. - contesto irónica Bárbara- A veces no es el ser humano el que debe encargarse del trabajo sucio.

Se acomodó el largo cabello y coqueteo con sus compañeros más cercanos. Luego miro a Dillon como compitiendo para ver quien de las dos era más atractiva.

-   ¡No meta a Dios en este asunto! - El arzobispo Gallegos por la iglesia Católica le respondió con vehemencia- Dios está para salvar vidas no para quitarlas.

Bárbara Stigman rió con sarcasmo.

-       El mismo Dios que acabo con cientos de personas por pensar diferente. Me hace reír Arzobispo – luego le habló al resto de los presentes- Señores, estamos ante una situación límite y si no entendemos eso lo más probable es que ninguno de nosotros este aquí en una próxima reunión.

El Imán Marwan Elijal se paró sin la autorización del presidente Silva.

-         Alá es grande y nos sacará de esta calamidad, debemos confiar en él

Sus palabras sonaron algo ingenuas ante la gravedad de la situación.

Andrés Silva le echo una mirada de reprimenda al Imán, luego anotó algo en su carpeta y se dirigió a los miembros de la mesa.

-      ¿Y bien? – dijo

-   Señor presidente, creo que el ejército mundial debe actuar de inmediato y planificar un plan de eutanasia controlada, es la opción más viable, no podemos perder más tiempo, si usted me autoriza ya mismo preparo a las tropas y pongo en ejecución el plan

-          Su plan genocida- le espetó Albernathy- El Congreso no va a convalidar su locura.

El general Molarles lo sentenció con una mirada llena de odio.

Byron Johnston de los laboratorios Spitzer & Johnston pidió permiso para intervenir.

-    Señor presidente, creo que nuestros laboratorios podrían sintetizar cepas de Ebola en una pseudo vacuna. Una vez inoculada en la población elegida es cuestión de días para que el virus haga su trabajo. Nuestras familias estarían a salvo de la infección mediante la vacuna adecuada. Calculamos que en un año el 30 por ciento de la población mundial seria eliminada. Para eso necesitaríamos que usted nos habilite una partida presupuestaria extraordinaria para empezar con el desarrollo.

Silva volvió a anotar, pero no emitió opinión. 

Señor presidente- interrumpió Bárbara Stigman- estaría destinando millones de dólares a una solución que es posible gracias al proceso de selección natural

-    No es lo mismo- le respondió Johnston- mediante la vacunación adulterada tendríamos un mayor control de la población infectada y podríamos diagramar cotos de eliminación sin que la plaga se propague. 

-       ¡Basura! – grito el general Morales- como en las viejas épocas usaremos gas Sarín y san se acabó

-      ¡Será de Dios! - el diputado Alernathy se levantó de su silla y apoyó con violencia sus dos manos sobre la mesa- ¿Todos piensan en matar, destruir y eliminar de forma masiva? ¿Ninguno tiene una idea un poco más original en dónde los daños colaterales no sean tan terribles?

Todos volvieron su mirada hacia el diputado. El general Morales parecía querer “comérselo crudo” pero se contuvo. Se produjo un prolongado silencio.

-         ¡Por favor señores- continuó Albernathy- seamos más racionales, más pensantes y busquemos una solución al problema de una manera más civilizada y menos dañina!

-           El diputado Albernathy tiene razón…

Todos giraron su cabeza hacia la puerta de entrada a la gran sala de dónde provino la voz.
Un anciano parado a pasos de ellos los miraba con ojos grises y una leve sonrisa en sus labios.

-          ¡Es un anciano! - dijo Bárbara Stigman sorprendida

A pesar de tener todos más de ochenta años, sus cuerpos y rostros representaban un promedio de edad de 40 años, en cambio, la persona que estaba allí observándolos se veía, senil, cansada y con la poca energía vital escapándose de él con cada inspiración y exhalación.

-     Permítanme presentarme-dijo con voz débil y pausada - soy el doctor Mali Sirivasta, una de las personas que trabajó en la investigación sobre la detención del envejecimiento. Sé que no tengo que estar aquí porque no fui invitado, pero como soy el único de los responsables que aún está vivo, creo que mi presencia es más que importante para el futuro de la humanidad. ¿No lo creen así? - Pensó que se iban a reír por lo que acababa de decir, pero nadie movió un músculo de su rostro.- Déjenme que les explique antes de que el general Morales me haga sacar por la fuerza bruta de sus soldados.

El general Morales miró a Andrés como pidiéndole autorización para sacarlo de la sala y detenerlo, pero Silva lo contuvo con solo la mirada y un leve gesto de su mano..

-          Gracias señor presidente. Cuando tenía 25 años me sume al equipo del doctor Wollen para trabajar en el proyecto Benjamin, le pusimos así por una vieja película en donde un hombre nacía anciano y a medida que crecía iba rejuveneciendo, ¿no sé si la recuerdan? - Nadie respondió, era evidente que no tenían ni idea a qué película se refería, así que decidió continuar- Hasta ese momento era una idea maravillosa y todos los estudios clínicos que se habían realizado mostraban resultados esperanzadores, pero el envejecimiento aún era inevitable. Recuerdo que me hice cargo del departamento de biología orgásmica evolutiva y unos meses más tarde y junto a un grupo de investigadores de primer nivel y de diversas disciplinas formamos un maravilloso equipo de trabajo, todos bajo la supervisión del doctor Wollen. Sabíamos que la clave estaba en el tamaño de los telómeros, pero no teníamos la manera de manipular a la telomerasa para que hiciera el trabajo que buscábamos. La investigación duro varios años, fueron muchos los fracasos y pocos los logros, no podíamos hallar los mecanismos para frenar a la enzima- Se detuvo, tomo una bocanada de aire como si se hubiera ahogado y continuó con su elocución-Un día las cosas empezaron a cambiar. Comenzamos a ver como los ratones ancianos, a los cuales les habíamos insertado el gen mutado, empezaron a tener más energía, se veían más activos y cada día que pasaba gozaban de mejor salud, eran hechos auspiciosos y decidimos profundizar en esa dirección. Dos años después habíamos logrado detener el envejecimiento…

-          No entiendo a qué viene toda esta perorata que ya conocemos – lo interrumpió la doctora Dillon algo molesta- ¿Tiene alguna idea de cómo revertir la situación?

-          Si me permite terminar se va a enterar de cuál es la solución al problema- dijo el anciano muy seguro- La doctora lo dejo continuar- Gracias doctora, si bien habíamos logrado darle órdenes a la telomerasa para que modificara el tamaño de los telómeros había algo que necesitábamos controlar y era la regeneración celular y eso lo encontramos investigando a los gusanos Pantera de tres bandas, estos diminutos anélidos tienen la habilidad de regenerar partes de su cuerpo dañadas y utilizan una serie de interruptores de ADN los cuales controlan los genes para el restablecimiento celular. Descubrimos que una sección de ADN no codificante controla la activación de un gen maestro, llamado EGR. Una vez que está activo el EGR controla una serie de otros procesos al activar o desactivar otros genes. Esta era la llave que estábamos buscando.

-          No le entiendo – dijo Silva sin moverse de su posición de líder- ¿Qué quiere decir?

-         Mire señor presidente, durante décadas hemos estado jugando a ser Dios y casi que lo hemos logrado, lamentablemente nuestra ambición y nuestra posición de especie dominante nos ha jugado en contra y hoy estamos padeciendo las consecuencias que todos conocen

-     Sigo sin entenderlo y la paciencia se me está acabando. ¿Puede dejar de ser tan enigmático e ir al grano? – Silva estaba muy impaciente. La reunión llevaba más de una hora y aún no habían encontrado una solución al problema.

-         Si señor presidente, tratare de hacerlo. Cuando logramos los primeros resultados en ratones, supe que estábamos ante algo grande- continuó Sirivasta- A medida que el envejecimiento se revertía me di cuenta que era el descubrimiento científico más importante de los últimos tiempos y que las implicancias del hallazgo eran imposibles de mensurar. ¿Qué pasaría cuando replicáramos los resultados de laboratorio en humanos? ¿Funcionaría? Y en caso de que fuera exitoso ¿estábamos preparados para vivir en un mundo donde la vejez fuera solo un recuerdo? Fueron estas preguntas las que me hicieron reflexionar sobre las posibles complicaciones futuras que podía tener nuestro trabajo científico, así que busque la manera de enmendar los daños colaterales que pudieran presentarse.

Silva ya estaba muy impaciente. Comenzó a moverse inquieto en su sillón, algo que habitualmente no solía hacer. Estaba a punto de ponerle fin a la exposición de Sirivasta cuando empezó a rascarse un brazo. Observo al resto que también comenzaban a rascarse distintas partes del cuerpo.

Está comenzando – dijo Sirivasta en tono lacónico.

Silva continúo rascándose el brazo esta vez con mayor insistencia.

-    ¿Qué es esto? – grito Silva mientras observaba al resto como contorsionaban sus cuerpos a causa de la molesta picazón - ¿Qué está pasando?

-          Una simple llave genética- dijo el doctor Sirivasta casi sin inmutarse

-         No lo entiendo- intentó responder Silva mientras se rascaba el brazo al punto de incrustar sus uñas en la piel y llegar a la carne. Estaba completamente desencajado, al igual que el resto.

-    Yo sabía que iba a llegar el momento en que la situación se iba a complicar. Estaba claro que el aumento en la población traería problemas y yo no quería ser uno de los responsables, por eso, sin que nadie se diera cuenta, hice algunos ajustes…

-   ¿Ajustes? – grito el general Morales mientras fregaba su pesada mano en una de sus pantorrillas con vehemencia.

-     Bueno no sé si es la palabra correcta, digamos que hice algunas correcciones en la estructura del ADN.

-          ¡Explíquese! - dijo Silva en un tono elevado y al apunto del colapso, mientras veía como sus manos se iban tornando de un color púrpura.

-     Estaba tan fascinado con los gusanos Pantera que pensé en que la solución al problema estaba en ellos. Así que partiendo del concepto de obsolescencia programada y recombinado la capacidad de supervivencia de estos maravillosos invertebrados diseñe un mecanismo celular por el cual- miró su reloj- en apenas media hora toda la humanidad se trasformará en un enorme nido de gusanos Pantera. Ya no habrá que preocuparse por el hambre, la falta de alimentos, las epidemias y todos esos problemas. El ser humano pasara a la inmortalidad gracias a estos fantásticos y diminutos seres- El rostro de Sirivasta expresaba toda su satisfacción y su euforia.

A esta altura, la sala de reuniones era un total descontrol. Los cuerpos de los presentes se contorneaban como lombrices, la mayoría despedía una espesa baba pegajosa y transparente y ya casi no podía expresarse.

-          ¿Qué ha hecho? - dijo Silva en un apenas audible susurro y cayo golpeando la cara contra la mesa.

En tan solo unos minutos ya nada quedaba de la figura humana y el lugar se vio atestado de enormes gusanos Panteras que se arrastraban sobre la mesa, entre las sillas y por todo el piso de la enorme sala.

-Salvar al planeta- Dijo el doctor Sirivasta y caminó entre los gusanos tratando de no resbalar en la gelatinosa baba y de no quedar atrapado en ellos.  Llegó hasta el amplio ventanal, lo abrió y observo desde la altura a una ciudad atiborrada de gusanos Pantera. Aquello era un verdadero espectáculo. Satisfecho por los resultados y con el rostro exultante, Sirvasta se subió a una silla, abrió los brazos y se arrojó al vacío como un pájaro que aprende a volar.

viernes, 10 de junio de 2016

Atrapado en la ruta

La noche desnuda sus fantasmas, la carretera se asemeja a un laberinto repleto de minotauros. Con el pie en el acelerador el hombre avanza en medio de un vacío irresistible, de una boca negra que lo traga como un agujero negro en medio del Universo.

A unos cientos de metros de distancia una silueta llama la atención del conductor. Afloja el pie del acelerador. Es una mujer al borde del camino haciendo señas para que pare. 

El hombre intuye que algo no anda bien y frena lentamente hasta quedar casi al lado de la mujer. Se la ve desesperada.


-  Mis hijos- grita- mis hijos


El hombre se baja y trata de calmar a la señora en medio de la oscuridad y la soledad del paisaje. Lo que ve lo espanta, dos cuerpitos chamuscados en la banquina huelen a carne asada. La mujer no habla ahora gesticula. El hombre no sabe qué hacer, intenta buscar su teléfono móvil para pedir ayuda. Una explosión anaranjada lo empuja hacia atrás. La mujer arde en llamas, se ha prendido fuego con un bidón de nafta. Espantado, el hombre observa el espectáculo que en segundos desaparece ante sus ojos.

Cuando reacciona se da cuenta que otra vez está en la ruta y que no ha dejado de andar. Extrañado sigue su camino. A unos cientos de metros de distancia una silueta llama su atención.

Ausencia

Como cada mañana, el tiempo no cesa en su pertinaz obstinación de recordármela, deambula entre las hojas que van tiñéndose de verde, y se enreda en los cabellos de ella. Empieza a desteñirse entre las madejas de las horas y guarda en secreto su figura recortada contra el ventanal, sus pies sin sostén que la alejan cada vez más de mí y  los lirios que despiertan a un sol, que poco a poco va ganándole a las nubes y va borrando su nombre en el horizonte imaginario que me dejó su ausencia.

lunes, 18 de enero de 2016

Anécdotas de mi padre

El primer viaje a la costa atlántica

Fue en el año 1935 que con mi padre, mi Tío, dos amigos y el suscripto, en un Studebaker modelo 1928, de cinco puertas (era tan grande que lo llamaban el colectivo) partimos a la madrugada con rumbo desconocido hacia los pagos de Santos Vega, el legendario payador de Lavalle.

La ruta 2 de sólo dos manos nos llevó hasta el perímetro Norte de Dolores. Desde allí hacia el Este, y por un camino de tierra greda llegamos al almacén de ramos generales de Esquina de Crotto. Paramos, entramos, los mayores  se deleitaron con cerveza, salame, queso duro, galleta de campo y yo con un rico y natural  Naranjín a bolita.Desde allí y siempre hacia el este comenzaba una huella de arena, ripio y pajabrava, y un demoledor serrucho, que no solo destrozaba al vehículo, sino también a los resignados pasajeros. 

Corrían aproximadamente cinco horas de marcha, el sendero y la tierra nos hostigaba desde abajo y desde arriba. Por la huella muy de vez en cuando, un paisano a caballo  o en sulky levantando el brazo nos saludaba, con varios toques de bocina le respondíamos. Otros coches, carteles indicadores y señales viales  aparecían esporádicamente en el camino. Cada tanto una gorda Martineta colorada cruzaba la huella por delante  del  vehículo. El silencio y la soledad  de lo desconocido  nos atrapaban en su misterio.

Luego de una curva de la huella llegamos a Lavalle. Se bordeaba el cementerio cuya pared lateral totalmente destruida permitía el tranquilo deambular de bien alimentados peludos. Paramos, me bajo, corro, lo atrapo… cuando un paisano desde adentro me grita: “Chico, soltá ese peludo que esta gordo por comer osamenta de cristianos”  Sin comentarios.
                                                               
A partir de Lavalle el camino continuaba por la zona de inmensos cangrejales.  Agua,  barro, juncos y miles de cangrejos entraban y salían  de sus cómodas cuevas. Cientos de garzas blancas, cuervos negros, gaviotas y chorlos chapoteaban en  el lodo en busca de alimento. La naturaleza virgen se mostraba en su maravillosa plenitud. 

Dos horas más de interminable trayecto y por fin San Clemente del Tuyú. Por lo que hoy es la peatonal rápidamente recorrimos el pueblo: El hotel Pereyra, la panadería Primera, unas cuantas casas de planta baja, algunas casillas de madera y chapas, un surtidor de cinco litros de nafta (creo que era Schell) y a palanca, varios carros, caballos y algunos lugareños que nos saludaban  dándonos la afectiva demostración de una cordial bienvenida. Allá al fondo, hacia el Norte, el gran hotel Águila, que según su historia, para construirlo habían traído por barco los materiales. 

Acampamos en el “hermoso” predio del Automóvil Club  Argentino, varias hectáreas de médano pelado circundado por un alambrado  de púas  con tranquera. La carpa grande de lona verde encerada  con parantes  y estacas de madera. Un pozo de dos metros  de profundidad en la arena con una lata de veinte litros  con pequeñas perforaciones  se obtenía  una cristalina agua dulce y potable. Para llamar al carnicero se enarbolaba en un palo un trapo rojo, para el panadero  y lechero uno blanco. Para el fuego, en la playa  había leña de todo tipo y tamaño. Con una sola tirada de red se sacaban corvinas, pescadillas y lisas para distribuir en todo el pueblo. Con la creciente, miles de almejas amarillas salían y se enterraban en la arena mojada. ¡Qué alegría, qué felicidad, no nos faltaba nada! Sol, arena, mar, viento, aves, peces almejas, caracoles, chelcos, inmensa gratitud, reflexiva  soledad y naturaleza virgen para disfrutar en pacífica plenitud espiritual. ¡INOLVIDABLE!


Por la tarde comenzaba la bajamar. Mi tío al volante, los demás a empujar “el colectivo” hasta pasar el médano y depositarlo en la playa firme. Dos paseos se brindaban: Hacia el Sur el Barco hundido, hacia el Norte, el cementerio de los caracoles, el Faro, Punta Rasa y la Bahía de Samborombón, optamos por este último. Diez minutos de marcha  por una huella  suave y sin serrucho,  llegamos a una ancha y profunda  canaleta que cortaba la playa e impedía el paso del coche. Bajamos, caminamos hacia el Oeste unos 300 o 400 metros  bordeando la canaleta, de repente el grandioso espectáculo jamás visto. Era un playón de varias hectáreas  de barro, arena  y agua el hoy extinguido Cementerio de los caracoles.  Miles de ellos de distinto color y tamaño (los más más grandes  como platos de postre) blanqueaban a los rayos del sol. Estaban muertos, eran solo su caparazón que ahora  había resucitado porque  en cada uno de ellos habitaba un oscuro cangrejo. Junté  cuatro o cinco de los más grandes y continuamos la caminata.

Dos mil metros más hacia el Norte  hasta Punta Rasa. Yo estaba parado en la punta Sur de la Bahía de Samborombón, tal cual figuraba en el mapa de mi aula primaria, al regreso se lo iba a contar a mi señorita.  La bahía de Samborombón abría su bocaza para mis ganas de investigar. Caminé por ella  hacia el Oeste  desconocido. Profunda e inmensa  soledad me envolvía, la curiosidad  me empujaba. En un momento  me sentí acompañado, cientos de flamenco rosados se movían lentamente en la misma dirección, no quise asustarlos y emprendí el regreso.
                                   
Ya era tarde, comenzaba  la creciente, había que regresar al campamento. Volvimos todos al coche y emprendimos el retorno. Otro inolvidable espectáculo se hizo presente. Miles y miles de almejas amarillas del tamaño de un celular  se dejaban llevar  por la espuma marina. El vehículo a su paso las aplastaba, a nadie le importaba, solo las gaviotas y los chorlos las disfrutaban. En la carpa las comíamos cruda con limón, la marea roja todavía no se conocía.

Otra tarde llegamos al Barco hundido. Un antiguo  velero semi enterrado en la arena que en bajamar dejaba ver parte de su mástil  y casco de madera. Se decía que en pronunciada bajante  se podía llegar a una zona llamada “La Margarita”, los mayores no se animaron a realizar el intento.
                             
No faltaba en el equipaje las escopetas de caza. Era tanta la cantidad de Lisas que saltaban  por la primera canaleta, que todos se divertían con el tiro  no a la paloma, sino con el tiro a  la Lisa, que al recibir el impacto flotaban en la superficie y hacían fácil su recolección para finalizar en la parrilla. Las Toninas, de un azul oscuro  brillante, pasaban todos los días rumbo al Norte por la segunda canaleta y a la tarde regresaban hacia el Sur.
                           
Mi relato es sumamente sintético, por eso ya estoy en el regreso que fue más largo y más cargado que a la ida. Más cargado por unas bolsas llenas de corvinas, pescadillas, Lisas y robustas almejas,  más largo porque decidieron volver por el desconocido arbolado y  misterioso camino de la Costa.
                        
Por muchos, muchos años volvimos a San Clemente. Lo vimos crecer, urbanizarse y progresar. Cuarenta años después allá por la década del 70 estaba frente  al radar tratando de pescar una Borriqueta cuando varios turistas venían caminando por la playa hacia Punta Rasa. Uno de ellos se me acerca y me pregunta.
“¿Dónde está el Cementerio de los caracoles?” A lo que yo le respondo: “El maravilloso Cementerio de los caracoles hoy está en el recuerdo  de aquellos que tuvimos la dicha inolvidable de estar en él y disfrutarlo cuando todavía la naturaleza  virgen  resplandecía en plenitud”.  No entendió nada, me dio las gracias, y desorientado continuó caminando  en su inútil  búsqueda.

domingo, 12 de julio de 2015

Bosque de almas


La majestuosa luna abrigaba un extraño manto de oscuridad. Absortos, los testigos dejaron sus tareas y alzaron sus cabezas para observar el inusual fenómeno. Paralizados como estacas, sin nombres, ni tiempo, no dieron crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Sin razón alguna, sus pies se ramificaron hasta penetrar en la húmeda tierra, sus brazos crecieron como ramas y sus cuerpos se vaciaron de sangre y se llenaron de savia. La luna, corrió su manto de sombra e iluminó el nuevo bosque de almas.

1ª mención en el concurso de micro relatos "El influjo de la luna" Letras como espadas

martes, 23 de junio de 2015

LAS COSAS QUE YA NO ESTÁN

El mundo que yo conocí de chico cambió y entre las cosas que se perdieron a lo largo de estas cuatro décadas hay algunas que se empiezan a extrañar, no solo por su ausencia en sí, sino por lo que significaron para mi generación. La primera de las cosas que extraño es la inocencia, los niños de hoy la pierden muy rápidamente. El hambre, la pobreza, el maltrato, las guerras, el abuso y abandono de los padres, las drogas, los dispositivos móviles, la Internet entre otros, han ido borrando en poco tiempo todo rastro de inocencia y con ello la capacidad de asombrarse ante las cosas que no llegan a comprenderse. De chico me maravillaba mirando el cielo, pensando que era ese vasto espacio que se abría sobre mi cabeza. Hoy el Universo es algo que está allí y casi ningún niño se plantea lo que significa su existencia.


La segunda cosa que extraño es el poder de inventiva e imaginación que teníamos en nuestros juegos, jugar a la bolitas o las figuritas no era solo un juego, era un motivo para juntarse entre amigos y crecer juntos. Armar camiones con madera, fierros, alambres y pedazos de juguetes rotos era todo un desafío, montarse en un karting a rulemanes y arrojarse por las pendientes era toda una aventura, desnudar los sentimientos al hacer girar la botellita o jugar a Verdad consecuencia era excitante, andar en bicicleta, escalar los cerros, hacer los famosos "asaltos" con la única arma de la palabra para ver si ganábamos alguna chica era motivador y nos hacía sentir que la vida era nuestra y que la teníamos toda para nosotros.



Extraño además, la babas del diablo cayendo del cielo, las luciérnagas pintando de luces los jardines nocturnos, los panaderos flotando en el viento con su pan arropado entre plumas, los cascarudos cornudos y sus feroces batallas, los bichos bolitas, las lagartijas perdiendo sus colas al querer atraparlas, la mañanas heladas y las calles llenas de escarcha, las libélulas anunciado el cambio de clima, los bichos palos camuflados en los árboles, el Mamboretá o Mantis devorándose un pequeño insecto, la caza de ranas con el hilo y la tela roja, los campos de girasoles girando sus cabezas en dirección al sol, el canto del rey del bosque, la calandria, el cardenal y el petirrojo, las langostas saltando de a cientos por todo el jardín, los millones de caracoles esparcidos por la costa atlántica, los cangrejos de Punta Rasa, las liebres y los cuises cruzando caminos, los días mas largos, las horas nocturnas y sus historias de miedo, las salidas al cine en familia los días domingo, la alegría de encontrar un trébol de 4 hojas, el canto de las chicharras en pleno verano,las efímeras nubes de mariposas y su caleidoscopio danzante, el tiempo que se fue y que ya no volverá, las comidas caseras de mis abuelas, los fines de semana en casa de mis abuelos, las voces que ya callaron y mis primeros poemas.