5221, 5222, 5223, el hombrecito, de traje gris, enjuto,
desgreñado y maloliente contaba sus pasos mientras transitaba por una solitaria
calle. Su destino era incierto, como su futuro. Aferrado a su único amigo, un
viejo y raído maletín, el hombrecito de traje gris y cabello gris, pasaba por
el mundo que lo rodeaba como un ser anónimo más, sin que el frío de esa tarde
le importara, sin que el torcido nudo de su corbata negra le molestara o sin
que se diera cuenta que una suave garúa le caía sobre su maltrecho cuerpo
acentuando aún más su condición de muerto.
5224, 5225, contaba cada paso, cada pie en la baldosa
siguiente, tratando de no olvidar el anterior. ¿Era 5224 o 5225? Y así, cuando
su malgastada mente lo engañaba, volvía a empezar, a huir, a morir un poco más.
- ¡Señor! – Sintió una voz calma atrás de su espalda.
Se dio vuelta y vio a nadie
- ¡Aquí, abajo!
¿Abajo, donde? ¿De qué lugar es esa voz?
El hombrecito de traje gris, de cabello gris y mirada gris
intentó buscó sin suerte
- Aquí, en la alcantarilla
¿Acaso las alcantarillas hablan? No puede ser, solo
transportan aguas servidas, desechos, mierd...
- Oiga, ¿me escucha? – la voz lo sacó de su deducción.
Se agachó y hundió su nariz en la boca de la alcantarilla.
- ¿Hay alguien ahí?
- Sí, claro – la respondieron desde lo profundo
- ¿Se ha caído? ¿Necesita ayuda? – Respondió asustado-
¿Quiere que llame a emergencias?
- No, gracias, yo vivo aquí abajo.
- ¿Vive ahí?
- Claro, este es mi lugar
- ¿Cómo puede vivir entre toda esa porquería?
- Igual que usted. ¿O usted no vive en la mierda?
El hombrecito de traje gris, cabello gris, mirada gris y
sonrisa gris, enmudeció. Su mente no terminaba de entender la situación.
- ¿Y en que puedo ayudarlo?
- ¿Podría convidarme un cigarrillo? Usted es el único que
pasa por aquí en horas y me muero por fumar.
El encorvado hombrecito hurgó en sus desahuciados bolsillos
y solo encontró una montaña de pelusa y un sinfín papeles arrugados.
- No tengo –respondió – pero si quiere puedo ir a comprarle
- Imposible. Aquí no manejamos dinero, eso es basura. Aún conservo el deseo de un cigarrillo después de
comer pero pronto me lo van a quitar
- No entiendo. ¿Quiénes se lo van a quitar?
- El gobierno de mi país
- ¿País?
- Si, aquí abajo vivimos muchos y tenemos nuestro propio
gobierno
- Pero... ¿por qué no sube? Acá arriba hay aire fresco,
árboles verdes, pájaros y también cigarrillos
- Y hambre, miseria, violencia, drogas, desocupación. ¿Qué
sabe de nuestro mundo?
- Nada, recién me entero por usted que existe un lugar así
- Entonces por qué mejor no baja para conocernos, lo invito
- No puedo – respondió incómodo – Es como estar preso. No
voy a sacrificar esta hermosa libertad que tengo para vivir entre los...
- ¿Libertad? – Interrumpió la voz - ¿De qué libertad me
habla? ¿A usted le parece que trabajar 12 horas diarias para no tener un
centavo en el bolsillo no es estar preso? Usted no es nadie, amigo, está preso
de su propio sistema. Aquí abajo vivimos entre la mierda pero no tenemos las
presiones de ustedes. Nosotros fuimos parte de su mundo, mi país es el reflejo
de allí arriba, solo que aprendimos a convivir con nuestros fracasos, nuestros
errores y nuestras culpas, y ahora podemos decir que somos libres.
- ¿Y la lucha? Tenían que haberse quedado aquí con nosotros
para luchar por las oportunidades
- ¿De qué lucha me habla? Nos aplastaron, nos aniquilaron,
nos obligaron a vivir en la oscuridad. Y usted no es la excepción, mírese, ni
siquiera tiene un cigarrillo para olvidar sus penas. Pronto estará con nosotros
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