A veces, tengo certezas que no son tales.
Otras, acumulo vacíos que terminan llenado los espacios
vacíos de mi alama.
Muchas, reinvento las magnánimas melodías
que se asemejan a música que no lo es.
Siempre, intento volar en aviones
sin motor ni viento, con las alas desplumadas
del tiempo.
Por las noches, insisto con la tozudez de nacer una y otra vez,
para morir de nuevo tantas veces como granos de arena
acumula el desierto.
Casi, sin pensarlo, voy siendo parte de este mundo inquieto,
como la abeja, que va y viene, que viene y va
a donde la lleve el dulce aroma de una flor.
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