Aúllan los lobos en la plenitud del viento.
Sus garras rasgan el impenetrable tapiz
de la noche.
Esperan invisibles para consumar su acto.
Por el laberinto en llamas de sus ojos
aparecen la ira, la muerte.
Aún contienen en sus fauces
el aliento repetido de su odio.
Se les filtra la sangre entre sus huesos.
Han quebrado al bosque con sus dientes.
Son los lobos
quienes van a desgarrarnos la piel
hasta llegar a la carne más fresca,
son ellos quienes orinaran
sobre nuestras heridas
en memoria de sus muertos.
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