Mientras cae la tarde hueca,
se agiganta mi silencio de esperas.
Una voz lejana y distante
pretende volverse oquedad
en la marginal ausencia,
y yo siento que despego
arena de mis pies desnudos.
Mientras se funde la tarde árida
entre mis manos de cenizas,
va creciendo el espanto
de ver pasar el tiempo
por la ventana desierta
de mi conciencia.
Me detengo, observo.
La nada camina la sequedad
de mi pueblo.
La abulia de morirse
en esta terquedad del alma
me asusta.
Mientras se hunde la tarde
en la fogosidad de la noche,
continúo en mi espera,
en mi eterna observación
de la vida de mi pueblo.
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