La majestuosa luna abrigaba un
extraño manto de oscuridad. Absortos, los testigos dejaron sus tareas y alzaron
sus cabezas para observar el inusual fenómeno. Paralizados como estacas, sin
nombres, ni tiempo, no dieron crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Sin
razón alguna, sus pies se ramificaron hasta penetrar en la húmeda tierra, sus
brazos crecieron como ramas y sus cuerpos se vaciaron de sangre y se llenaron
de savia. La luna, corrió su manto de sombra e iluminó el nuevo bosque de almas.
1ª mención en el concurso de micro relatos "El influjo de la luna" Letras como espadas
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