sábado, 18 de septiembre de 2010

Un parque para Zulema

La mujer dejo la tijera sobre la mesa y comenzó a acomodar el cabello de la anciana. Sentada en la silla, Zulema miraba hacia el jardín con aire perdido, con una lejana resignación. Por la ventana penetraba una brisa fría, pero a la vez placentera. Comenzaba  nacer el otoño. Desde donde se encontraba Zulema podía  oír el trinar de los pájaros en los árboles del parque, podía ver esa inmensidad de sueños atrapados a través de los barrotes que la separaban.
¿Cuánto hacia que estaba en ese lugar?  Ya no lo recordaba. Era muy feo recordarlo.
Aquella mujer de brazos gordos y musculosos volvió a tomar la tijera y cortó el cabello en forma escalonada. Zulema seguía inmóvil, con la vista puesta quizá en algún viejo pino que se veía a lo lejos.
¿Cuánto hacía que no la sacaban a pasear al parque? ¡Antes lo hacían!
La mujer de ojos traicioneros y cara redonda y colorada, dejo la tijera sobre una pequeña mesa, tomo un maquina  eléctrica para cortar el pelo y la encendió. El fuerte sonido del motor sacudió a Zulema que se puso algo incomoda. Sin decir palabras, la robusta mujer comenzó a raparle el costado izquierdo de la cabeza.
- ¿Qué día es?- preguntó Zulema saliendo de su sepulcral silencio
-Martes - contesto la mujer casi sin mirarla
-¿Otra vez van a venir esos hombres de blanco? Cada vez que me cortas el pelo aparecen- corrió un  plateado mechón de pelo  caído sobre su falda- además, siempre que me llevan vuelvo mal, tengo que arrastrarme!
La mujer siguió rapando la sien sin decir una sola palabra, confirmando con su mutismo las palabras de Zulema.
Quiero ir al jardín  con los pájaros. ¿Me vas a llevar?
- Si Zulema, después
- ¿Por qué estoy acá?
- Porque estas enferma- contesto despectiva
El cabello de Zulema caía sobre sus hombros como pequeñas hojas de margaritas.
-¿Enferma? ¿De qué?
-Enferma, Zulema, enferma- dijo con voz fuerte y algo molesta.
- Ahora van a venir a buscarme ¿verdad?- lanzo un imperceptible suspiro- ¡Siempre es lo mismo! ¿Me vas a llevar al parque?

La puerta detrás de Zulema se abrió bruscamente y aparecieron los hombres de blanco, Zulema se estremeció como una hoja marchita en medio de un ventarrón.
- ¿Esta lista?-pregunto uno de ellos
No vez que todavía no termine- respondió irritada
Apurate - contesto- esta es la última que nos queda. En cinco  minutos volvemos
La mujer le respondió con un gesto y continuo con su tarea.
-¿Ya se fueron? -pregunto Zulema y se que más tranquila
La tarde no quería morir detrás de los barrotes, se dejaba caer en largas bocanadas de viento hasta apagarse junto con el canto de los pájaros. Zulema dormía, tan profundamente que sus piernas, sus manos, sus dedos, su piel pensaron que estaba muerta, casi ni la oían respirar. Pero no, soñaba.
¿Cuánto hace que estoy acá? ¡Quiero ir al parque! Siempre sola! ¡Nunca una visita!
De pronto un hombre y una mujer entraron en su habitación, sonreían
¡Papá, mamá! ¿Dónde estaban? ¿Vamos pasear por el parque?

El parque donde fue Zulema era tres veces más grande, con muchos árboles frutales, pájaros y hasta un hermoso conejo blanco como su pelo
¡Mamá, papa no me vuelvan a dejar sola! Ellos asintieron.
Zulema sintió frío, sus delgadas piernas sintieron frío, sus arrugadas manos, sus huesudos dedos, su piel transparente y frágil como el papel de arroz, todo su cuerpo.
Mamá, papá, está haciendo mucho frío ¿por qué mejor no vamos adentro?


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