Huir del miedo,
de las angustiantes sombras
que asechan sigilosas,
y soplar un tibio aliento
para recuperarnos del naufragio
y volver a crecer de pie,
entre restos de sordos
y montones de ciegos
que nos oyen sin vernos
y nos ven sin oírnos.
Como el ave Fénix
resurgiremos de entre los escombros,
aunque todavía queden
quienes quieran aniquilarnos
nuestra existencia.
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