Fumo un cigarrillo
que se expande en las cenizas
de mis pensamientos.
Fumo y observo los colores
perdidos en la inmensidad
que la tarde esconde
tras sus ojos de fuego.
Fumo y anhelo voces que calmen
el deterioro de las fibras más íntimas.
Presiento un quebrarse
de espacios sucesivos,
un olor a muertos no enterrados,
a una piel desecha y que no sangra.
Fumo y miro, desesperadamente
los recovecos de esta vida
que atraviesan mis espejos.
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