La mujer dejo la tijera sobre la mesa y comenzó a acomodar
el cabello de la anciana. Sentada en la silla, Zulema miraba hacia el jardín
con aire perdido, con una lejana resignación. Por la ventana penetraba una
brisa fría, pero a la vez placentera. Comenzaba nacer el otoño. Desde
donde se encontraba Zulema podía oír el trinar de los pájaros en los
árboles del parque, podía ver esa inmensidad de sueños atrapados a través de
los barrotes que la separaban.
¿Cuánto hacia que estaba en ese lugar? Ya no lo
recordaba. Era muy feo recordarlo.
Aquella mujer de brazos gordos y musculosos volvió a tomar
la tijera y cortó el cabello en forma escalonada. Zulema seguía inmóvil, con la
vista puesta quizá en algún viejo pino que se veía a lo lejos.
¿Cuánto hacía que no la sacaban a pasear al parque? ¡Antes
lo hacían!
La mujer de ojos traicioneros y cara redonda y colorada,
dejo la tijera sobre una pequeña mesa, tomo un maquina eléctrica para
cortar el pelo y la encendió. El fuerte sonido del motor sacudió a Zulema que
se puso algo incomoda. Sin decir palabras, la robusta mujer comenzó a raparle
el costado izquierdo de la cabeza.
- ¿Qué día es?- preguntó Zulema saliendo de su
sepulcral silencio
-Martes - contesto la mujer casi sin mirarla
-¿Otra vez van a venir esos hombres de blanco? Cada vez
que me cortas el pelo aparecen- corrió un plateado mechón de
pelo caído sobre su falda- además, siempre que me llevan vuelvo
mal, tengo que arrastrarme!
La mujer siguió rapando la sien sin decir una sola palabra,
confirmando con su mutismo las palabras de Zulema.
- Quiero ir al jardín con los pájaros. ¿Me vas
a llevar?
- Si Zulema, después
- ¿Por qué estoy acá?
- Porque estas enferma- contesto despectiva
El cabello de Zulema caía sobre sus hombros como pequeñas
hojas de margaritas.
-¿Enferma? ¿De qué?
-Enferma, Zulema, enferma- dijo con voz fuerte y algo
molesta.
- Ahora van a venir a buscarme ¿verdad?- lanzo un
imperceptible suspiro- ¡Siempre es lo mismo! ¿Me vas a llevar al
parque?
La puerta detrás de Zulema se abrió bruscamente y
aparecieron los hombres de blanco, Zulema se estremeció como una hoja marchita
en medio de un ventarrón.
- ¿Esta lista?-pregunto uno de ellos
- ¿Esta lista?-pregunto uno de ellos
- No vez que todavía no termine- respondió
irritada
- Apurate - contesto- esta es la
última que nos queda. En cinco minutos volvemos
La mujer le respondió con un gesto y continuo con su tarea.
-¿Ya se fueron? -pregunto Zulema y se que más
tranquila
La tarde no quería morir detrás de los barrotes, se dejaba
caer en largas bocanadas de viento hasta apagarse junto con el canto de los
pájaros. Zulema dormía, tan profundamente que sus piernas, sus manos, sus
dedos, su piel pensaron que estaba muerta, casi ni la oían respirar. Pero no,
soñaba.
¿Cuánto hace que estoy acá? ¡Quiero ir al parque! Siempre sola! ¡Nunca una visita!
¿Cuánto hace que estoy acá? ¡Quiero ir al parque! Siempre sola! ¡Nunca una visita!
De pronto un hombre y una mujer entraron en su habitación,
sonreían
¡Papá, mamá! ¿Dónde estaban? ¿Vamos pasear por el parque?
El parque donde fue Zulema era tres veces más grande, con muchos árboles frutales, pájaros y hasta un hermoso conejo blanco como su pelo
¡Mamá, papa no me vuelvan a dejar sola! Ellos asintieron.
Zulema sintió frío, sus delgadas piernas sintieron frío, sus
arrugadas manos, sus huesudos dedos, su piel transparente y frágil como el
papel de arroz, todo su cuerpo.
Mamá, papá, está haciendo mucho frío ¿por qué mejor no
vamos adentro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario