Aquella garganta desmontada
de los cielos,
acudió a nuestros ojos
tronando notas de ciega furia,
aterradores compases
grabados en la ígnea roca
atravesaron nuestros oídos
y fue luz volcánica
encendiendo las almas,
de los desprevenidos,
las bocas suplicantes,
ardiendo desde dentro,
los cuerpos en llamas
de aquellos que no escucharon
el bramido de su cólera
en aquella cálida mañana,
que no vieron las señales
de un mundo harto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario