Recorro aletargado
los senderos indolentes
que me preceden,
que me conducen
a la incertidumbre de no saber
en que lugar del Universo
se ubica mi condición.
Voy disperso
hacia los rincones más oblicuos
de mi naturaleza,
olvidando mi espalda
a cada tramo del sendero,
mi vegetación cutánea,
el ajado mapa de mis viajes.
Y mi risa se desdobla involuntaria,
postergándome la decisión
de no morir en el trayecto,
de no crecer solo en este páramo insensible,
en esta desolación del alma.
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