Ha llegado un tren al infinito.
Detenido,
vio morir los rieles
bajo el peso de las horas,
sintió quedarse muerto
en ese espacio que le era propio.
Un rascacielos durmiendo
sobre kilómetros de pueblos
que lo esperan,
un templo de chatarra
resoplando en el confín del viento,
un chirrido de violines
que se alargan
en la pasmosa quietud de la tarde.
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