viernes, 2 de octubre de 2009

Nosotros y ellos

Emergen las aguas tumultuosas
desde su lecho profundo,
unos mares ominosos
aprisionan nuestras cuencas  llenas de sal,
hasta arrastrarnos  hacia un cono
de pecados insolentes.

Adormecidas,
las sustancias disueltas en el agua
llevan el pacto misericordioso
del encierro entre sus labios,
y un devastador mundo de sueños
devora nuestros pechos
llenos de espuma eterna.

Ellos saben ocultar el secreto
de los mares prometidos;
el lugar que nos precede o antecede,
el ritmo rutinario de poder morir ahogados
en el silencio que la profundidad encierra.

Nos ocultan.

Y juntos, vamos buscando
por la acuosa tempestad que nos invade,
a quienes nos encierran, a quienes nos hunden
en el limo para escondernos de la vida.

Ellos,
nos conducen por inciertas geometrías,
para llevarnos dormidos hacia el fuego de la luz
que se desprende desde el cielo,
nos obligan a respirar el aire que da vida.

Nuestros cuerpos, como peces desiertos,
se sacuden hacia el infinito,
buscando la libertad aprisionada
en las escamas de la noche.

Y salimos al sol, liberados de todo lo impío,
la sal dorada en nuestra piel
recuerda el temor de volver a lo profundo,
sobre la playa de los mil mares.

Rompe una empecinada ola,
que trae a dormir sobre la arena
una herencia de voces que nos tranquiliza.

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